Purity

 – Cisterna Romana del Palacio Aquaviva., Atri - Pescara (Italy).

Rigenera

Se puede, realmente, decirse delante de esta instalación que el artista está interesado precisamente en lo que «no está», es decir, en el espacio inmaterial que podemos detectar con los ojos «entre» los elementos de la instalación, si no fuera por la existencia de algo más inmaterial, es decir, la luz.

Siete lámparas colocadas a poca distancia del suelo no son «la representación» porque no son intencionadamente evidentes: lo que es evidente es la luz, que, sin embargo, no pretende resaltar ninguna cualidad del suelo, sino sólo establecer el límite entre la lámpara y el suelo. Por tanto, todo espacio, todo lugar posible de la realidad “nace», se hace perceptible, porque es la luz la que lo revela y lo modela. Lo que vemos y percibimos es el resultado, paradójicamente, de lo inmaterial: son las ondas electromagnéticas en el vacío las que crean el espacio, pero no sólo: el objeto golpeado por el rayo devuelve, a su manera, otra luz. El espacio (es decir, el lugar físico potencial) surge del diálogo (en nuestro caso) estrecho y apretado entre la fuente de luz y su reflejo. Aunque el cuerpo golpeado no sea en sí mismo reflectante, es su proximidad a la intensidad de la luz lo que lo revela y, paradójicamente, también lo hace «inmaterial» como la propia luz: cuanto más se acercan las cosas, sean lo que sean, a la luz, más adquieren su «cualidad».

El objeto de interés es por tanto ese espacio inmaterial donde la luz se abre paso, donde se hace perceptible y casi «física» generando con el reflejo una pequeña «columna» que hace visible el diálogo entre dos límites, el origen de la luz y su obstáculo.

La música reafirma de forma profundamente poética el interés por ese lugar inmaterial donde lo que no es tangible se convierte en cambio, en epifanía y revelación de un lugar que es imposible y sin embargo existe.


En la hermosa serie fotográfica titulada “Lo que la luz encubre”, el objeto, que al artista interesa, no es lo que se representa sino lo que la luz crea, revela u oculta. Las imágenes no están contrastadas intencionadamente, sino «naturalmente» contrastadas, es decir: la relación de luz entre objetos y superficies revela que existen muchos planos entre los tenues grises, apenas perceptibles por el contraste, a pesar de que la fotografía, a primera vista, carece de profundidad. Lo que la luz crea u oculta es lo importante ya que el espacio, es decir el lugar potencialmente «real», se revela y se crea tanto por su ausencia como por su presencia.

El ojo puede perderse en mil planos diferentes más allá de la superficie, pero son planos que no existen más que en la profundidad visual y que sólo la luz crea con su sutil juego de ocultación y revelación. El ojo logra viajar por el espacio, sin que éste exista realmente, sólo a través del milagro o sólo a través del juego que la luz es capaz de generar en nuestra mente, a través de la mirada.

Antonio Zimarino