Martín Carrasco Pedrero

2007

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El viaje interior de Ignacio Llamas

Siempre me ha interesado el “cajismo”, no sé si existe este término, pero urge una teoría de la caja, que nos contenga, pues de eso se trata. Me interesa el fabuloso mundo de Joseph Cornell (1903-1972) y sus cajas, capaz de los mayores hallazgos, donde las escenas cotidianas pueden convertirse en fábulas. En una caja, lo sabe muy bien Ignacio Llamas (Toledo, 1970), caben las “Arquitecturas del alma”, los “Espacios de trascendencia”, los “Contornos de luz”, el “Vacío y silencio”, los “Espacios habitados”, los “Residuos”, “Los hogares del espíritu”, la “(In)comunicación”, los “Cobijos”, la “Ausente presencia”, los “Lugares de la nada”, los “Espacios (in)mutables”, los “Anhelos de infinito”…

En sus cajas, de una poética zen, todo sentimiento tiene cabida, pues están realizadas para una mirada meditativa, ciertamente expansiva, sugerente… Sus espacios emocionales permiten el encuentro con nosotros mismos, en un viaje interior al que nos invita el propio artista, “La principal función del arte es la comunicación de un contenido, es decir, aquello que de inmortal hay en el ser humano y que te permite establecer una relación con lo absoluto. Este contenido, mediante el cual se comunica algo del ser, atañe directamente al espíritu. Hace que la obra de arte se convierta en una viaje interior, un viaje hacia el corazón del artista, hasta el corazón de la humanidad”. En la obra de Ignacio Llamas siempre hay un deseo de trascendencia, de búsqueda de lo absoluto, un anhelo sincero de reflexión, sin nada de disfraces que enmascaren el encuentro con el yo.
Sus cajas son un reducto de intimidad y silencio, paradas que permitan, al menos por un momento, la fruición de un pensamiento. Nuestra mirada interior desvela y se encuentra… Viendo nos vemos. Una vez contemplada la muestra, “sólo queda la excusa de la mirada, sólo el silencio, sólo la pérdida”…