María Jesús Ferro

2019

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Conformando identidades

Las nuevas creaciones de Ignacio Llamas (2018-2019)

Durante los dos últimos años la labor del artista Ignacio Llamas ha ido conduciéndose hacia nuevas inquietudes que le han llevado hacia inesperadas propuestas plásticas. En este proceso la impecable estética del artista, una de sus señas de identidad, ha cedido en parte el protagonismo a los contenidos, que ahora se presentan de forma más abierta y decidida, sin que esto suponga una renuncia a la sutilidad y el misterio que acompañan a sus creaciones.

Los hallazgos en el arte casi siempre se logran a base de recorrer largos caminos, perderse y equivocarse, arriesgándose a trabajar con planteamientos diferentes a los ya experimentados. Lo asombroso es que la respuesta encontrada a estos planteamientos es frecuentemente la misma. Si en momentos anteriores el proceso de trabajo del artista ha consistido en construir por completo la obra para, una vez terminada, llegar a entenderla, accediendo así a los misterios que ésta desvela, ahora existe en él una cierta necesidad de tener una idea previa de lo que se quiere contar, un concepto que sirva de punto de partida. Así, el tema que subyace en estas piezas es la búsqueda de la identidad, búsqueda que se proyecta a través de la ruina y la reconstrucción, el vacío, la anulación y los errores.

El concepto de identidad, que en principio se concibe como la búsqueda analítica de rasgos y circunstancias que construyen de manera única a un individuo o a un objeto, aparece en las obras tratado desde diversos enfoques que, en conjunto y con calma aparente, profundizan en el tema.

La identidad, aun siendo algo único, se conforma mediante una serie de procesos universales. El primer axioma que aparece al afrontar esta cuestión es el de la identidad como afirmación, y en efecto así se da en algunas de las piezas. Sin embargo la mayor parte de las obras que nos propone el artista niegan de forma manifiesta su propia identidad, potenciando la idea de llegar a la identidad a través de su eliminación. Otro de los enfoques que se proponen a través de las piezas es el de la identidad vista desde la dualidad, cualidad imprescindible para que se produzca la unicidad, ya que nada existe sin el contrario que lleva implícito. La tercera propuesta planteada en la instalación nos conduce hacia el más vital e insondable de estos procesos de búsqueda: la identidad entendida como disolución de la identidad.

En una línea muy acorde con los tiempos que vivimos, estas obras reflejan así mismo una nueva sensibilidad hacia los materiales, su uso y su permanencia, aprovechando sus cualidades expresivas y también jugando con su propia identidad, consiguiendo de esta forma que lo matérico se haga muy evidente y a la vez trascienda su propia presencia.

También es destacable que las piezas están más interconectadas que en trabajos previos, a veces realizados a base de series. En este caso se trata de piezas independientes con capacidad para convivir entre ellas y adaptarse a diferentes espacios instalativos.

Identidades

En el año 2018 Llamas creó una pieza mural titulada Entornos que se expuso en el Museo de Huesca en una muestra que llevaba como título “La construcción del silencio”, acompañada de un catálogo con el mismo título. Este trabajo, formado por unas placas de yeso con formas curvas e irregulares, ha supuesto un importante papel de transición, de “bisagra”, ya que se trata de piezas sin ningún referente figurativo y suponen por tanto una innovación y un salto audaz en la carrera del artista. Tanto es así que puede considerarse que con Entornos concluye una etapa de búsqueda mientras otra obra inmediatamente posterior, Identidades, abre la siguiente.

Esta nueva pieza está compuesta por multitud de lajas de yeso blanco de distintos tamaños, amontonadas en una pared, con un planteamiento en esquina, a modo de fragmento de muralla. Desde el suelo a la parte más alta se da una progresiva degradación del tamaño de los elementos que la componen. Al tratarse de una pieza que se construye con el espacio no precisa un plano milimétrico, aunque cada una de las lajas está numerada, y tiene la posibilidad de crecer o decrecer adaptándose a las necesidades específicas de la instalación.

El tratamiento lumínico guarda cierta semejanza con el de propuestas anteriores, aunque ahora las piezas ya no necesitan que la luz cobre tanta importancia escenográfica como en obras del pasado. Mirando el tipo de iluminación, los materiales y las formas ya utilizadas se ven claros vestigios de ese pasado, aunque en este caso están tratados con una disposición más libre.

Consciente en la fase de eliminación de elementos habituales en otras obras, como el árbol, la silla o la puerta, en este nuevo proceso el artista voluntariamente se deja llevar por un impulso más inconsciente y permite que ocurra a pesar de sí mismo.

Aunque despojado de elementos figurativos, el conjunto conecta con la idea de resto arqueológico, civilización antigua o museo desmantelado, tema que sí había sido afrontado previamente por el artista. En este caso el amontonamiento ofrece un aspecto de algo levemente más espontáneo o menos perdurable que un muro, pero sólido, con una identidad entendida como la ausencia que es presencia y viceversa.

Estas referencias a la arqueología crean una conexión con nuestro entorno espacial y temporal, con lo que somos y no somos, y con la forma en la que lo que tenemos alrededor nos va construyendo y destruyendo. Las ruinas, la renuncia y el duelo que evocan los restos arqueológicos muestran los restos de una identidad rota, pero también construyen un entorno en el que cimentar una nueva.

Este abandono conecta con la identidad personal, pero también con la colectiva e incluso con la propia cosmovisión, ya que todas ellas relacionadas son las que nos van construyendo como únicos e irrepetibles.

Vaciamientos

La obra “Vaciamientos” corresponde a una forma instalativa en la que quince cajas, colocadas en línea, atraviesan el espacio con una presencia rotunda. Consiste en una sucesión de vaciados en cemento de cajas de cartón. Aparte del paralelismo de que el título de la pieza esté relacionado con el nombre de la técnica empleada, se trata de una propuesta acerca del vacío que da lugar a un salto estilístico y conceptual muy destacable.

Se vuelve a tratar aquí el tema de la identidad, en esta ocasión por lo que implica la perdida de ésta. En una caja su función reside en la capacidad para contener objetos. En esta obra dicha capacidad se elimina, con lo cual la identidad se niega y abre paso a una cuestión esencial: ¿Se le puede seguir llamando caja aunque una lectura superficial nos lo trate de imponer?

Este argumento es usado como metáfora para hablar de la identidad del ser humano y de la ausencia de ésta. De lo que construye la identidad profunda de una persona y de lo que es solo apariencia.

Debido a la complicada ejecución del vaciado, causada en parte por la naturaleza de los materiales empleados, el pesado cemento, mezcla de gris y blanco, se ha adaptado con dificultad al molde de cartón, dando lugar a ciertas manchas e imperfecciones que alejan esta obra de la pulcritud de otros trabajos y que aportan algo fundamental, la incorporación del error y de la imperfección como elementos importantes del proceso de creación. Son piezas alejadas de la belleza y que tomadas aisladamente podrían ser definidas como “antipiezas”, si se usa como referencia el trabajo anterior del artista. Se ha producido, sin buscarla y probablemente sin desearla, una pérdida de la estética para centrar el foco de interés en los conceptos presentados. Esta pérdida ha aportado, sin embargo, un aumento de la capacidad poética al conjunto. La colocación de las piezas, de pared a pared, causa una ruptura en el espacio que limita el acceso pero que, paradójicamente, introduce al espectador en la obra.

Como en tantos casos, lo que no se ve es fundamental. Unas sencillas cajas de cartón muestran aquí la relatividad en cuanto a la aparente “nobleza” de los materiales. Si un material puede ofrecer tan numerosas posibilidades expresivas es porque el artista ha explorado su identidad para descubrir que no tiene más límites que los que corresponden a su propia idiosincrasia y a la capacidad de quien los utiliza.

En esta pieza el elaborado tratamiento de los materiales no ha sido sencillo, pero ha conseguido expresar la compleja relación de la dualidad de los conceptos de lleno y vacío. El trampantojo que se muestra es fácil, transmite una idea, no pretende engañar.

A partir de ahí se trabaja el vacío planteando lo lleno. Una caja maciza es caja y no lo es. Las cajas llenas que no pueden contener nada pierden su función, su condición liviana pasa a ser pesada, pero están llenas de vacío. Es la identidad anulando la identidad, ya que el lleno no se puede llenar. La función determina la identidad.

Chocando con la identidad se llega a la poética que aporta lo que no está. El vacío es ausencia que evoca una presencia. Identidad, a veces, es disolver la identidad.

La identidad de esta obra aporta una idea clave, lo negativo, lo gris, lo imperfecto, te puede construir. La identidad en estas piezas se construye a través de la dualidad. Así como cualquier hecho, pensamiento o fenómeno, lleva implícito su contrario (no habría luz si no existiera la oscuridad), es la unión de los contrarios (lo que está y lo que no) la que completa la idea. Por la forma en la que se han trabajado esos conceptos en esta pieza, los paralepípedos de cemento gris actúan casi como cicerones que acompañan las reflexiones que pueden surgir en el espectador acerca de la propia identidad, una de las grandes cuestiones de la existencia humana.

Donde nadie quiere estar

Es éste el inquietante título de una pieza en la que una estantería compuesta por cajas de embalaje muestra los descartes de las obras anteriores. Los elementos que ocupan los distintos espacios están realizados unos con yeso y otros con cemento, son la constatación material de los fracasos y los fallos de un proceso.

Esta pieza, en la que es importante el peso del objeto curioso, puede leerse en su conjunto como un objeto escultórico. Las cajas que actúan como contenedores de ideas han formado parte del lenguaje formal del artista, con la diferencia de que antes su contenido permanecía oculto y resultaba difícil de desvelar, mientras que ahora se muestra abierto a la mirada, aunque no tanto a una interpretación evidente.

Las piezas que nadie quiere tener, las que no encajan, lo hacen a la perfección en esta composición. Las cajas, dispuestas a modo de estantería, dan soporte a una idea de precariedad, provisionalidad, de algo de paso. La dinámica de almacenar alcanza incluso el pasado, el propio bagaje, pero al tratarse de un depósito provisional, ya que las cajas de embalaje se transportan, también nos habla de nuevos destinos, de caminos no recorridos que siguen existiendo como posibilidad.

Lo que sin duda está presente es el camino recorrido, en el que la identidad se construye pasando por los fracasos, los errores, las equivocaciones. Y a pesar de que los fracasos son mundos a los que nadie quiere llegar, son los mayores forjadores de la identidad.

De nuevo aquí lo negativo transformado se convierte en positivo y nos hace cuestionarnos qué nos construye más, las pérdidas o las ganancias, los aciertos o los errores.

Otra idea que sugiere este trabajo es el de la importancia de la aportación colectiva frente a la individual. La colectividad, que, por un lado, puede hacer perder parte de la propia identidad, igualmente la potencia, y sin duda configura una estructura mental distinta, ya que el otro siempre ofrece un valor. Este planteamiento conecta directamente con la contemporaneidad, como ocurre por ejemplo en el caso de la vivencia de la globalización, que afecta a todas y cada una las identidades personales.

Como conclusión puede decirse que nos encontramos ante una obra nueva, inédita, que aporta una estética diferente, materiales inusuales y estimulantes contenidos. En esta ocasión se ha trabajado con piezas independientes, no con series que construyen un lenguaje. Se trata de piezas que se abren y se cierran en sí mismas. Son obras que están llamadas a relacionarse entre sí, que se adaptan a diversos espacios, se integran con ellos y los transforman.

El artista ha realizado un trabajo atrevido, en el que la pérdida y la aceptación forman parte del proceso. Si el resultado pudiera llegar a parecer desenfadado, la búsqueda sin embargo ha sido profunda.

Este trabajo muestra magistralmente como un artista es su pasado, su presente y su futuro. Su obra la componen las experiencias vitales de cada ciclo y por ello encierra en ella la identidad de su artífice.