The rest will be left to oblivion
The rest will be left to oblivion
El olvido no es vacío, no es solo ausencia, es una construcción. Es el mecanismo con el que lo racional ordena el pasado decidiendo qué permanece y qué se desvanece. Es un acto de selección, un filtro que impone límites a la memoria. Pero, ¿qué sucede cuando nos alejamos de este planteamiento?, ¿cómo se experimenta el olvido desde lo irracional, lo intuitivo, lo que escapa a la voluntad de la mente?
Esta exposición se adentra en un territorio donde el recuerdo no es archivo ni documento, sino sensación, eco, gesto. Lo que parecía borrado regresa en formas inesperadas. Aquello que la razón descarta, lo irracional lo convierte en huella. Lo que la memoria deja atrás sigue hablándonos, no con la claridad del pensamiento, sino con el lenguaje incierto de las intuiciones.
Las obras aquí reunidas operan en esa fricción: entre la voluntad de recordar y la potencia de lo que persiste sin ser llamado y nos invita a entender el olvido, no cómo pérdida sino como transformación.
En el Museo Molinos del Río Segura, la serie fotográfica Volver, vacíos, al vacío ofrece una reflexión sobre la transformación personal. Lo hace a través de las imágenes tomadas durante la nevada Filomena, que pueden ser leídas no solo como un fenómeno natural, sino como un reflejo visual de los procesos internos del ser humano. El paisaje cubierto por el hielo se convierte en una metáfora de la desolación que una persona puede experimentar al enfrentar una crisis o un sufrimiento profundo. El cambio que se produjo en el paisaje nos invita a pensar en la naturaleza humana, su discurrir y la certeza de que siempre es posible recomenzar.
Por otro lado, la instalación fotográfica Habitarse presenta un conjunto de diez imágenes que, con las palabras en ellas recogidas, documentan el particular viaje del artista hacia la aceptación como vía de transformación interior. En esta obra se pone en evidencia que la nieve no logra cubrirlo todo. Lo que interesa al artista son los huecos. Estos revelan lo que estaba oculto, testimoniando el proceso de sanción que ocurre en lo profundo del ser.
En la Sala Caballerizas, la exposición adquiere una dimensión instalativa que nos invita a reflexionar sobre la relación entre pensamiento, intuición y espiritualidad. La obra Lo que transcurre entre un pensamiento y otro nos enfrenta a los procesos mentales y al vacío que los separa, instándonos a prestar atención a aquello que ocurre en esos intervalos: la propia vida. En la instalación, las piedras funcionan como una metáfora de los pensamientos, representando lo concreto, lo racional, aquello que nuestra mente estructura y define. Sin embargo, es en el espacio entre ellas donde se revela, a través de la intuición y la sensibilidad, lo intangible: la dimensión espiritual del ser humano. Este “entre medias” es un territorio fértil donde se produce la conexión con lo esencial y la posibilidad de trascender lo puramente conceptual. Nos recuerda que la racionalidad llevada al extremo puede deshumanizarnos. Nos invita a recuperar el equilibrio entre la mente, el cuerpo y el alma.
Finalmente, Nadie nos enseña a morir, tampoco a vivir nos sumerge en la dualidad matera y espíritu, tomando como símbolo un gran vaso. Su exterior de hormigón, con grietas, manchas e imperfecciones, representa lo tangible de la existencia y sus cicatrices. Por contra, su interior inmaculado evoca la esencia luminosa que cada ser humano porta en su interior. La pieza es una reflexión sobre cómo habitamos nuestro cuerpo y nuestra psique en un viaje hacia la experimentación de nuestra propia espiritualidad.